El ahorro energético con el cambio horario.
El ahorro energético con el cambio horario es un tema sencillo de hacer pero difícil de comprender.
Se producen dos cambios horarios al año. El horario de invierno comienza en otoño por lo general el último fin de semana del mes de octubre. Y el horario de verano ocurre en primavera, normalmente el último fin de semana del mes de marzo.
La entrada en el horario de invierno hace que tengamos que retrasar los relojes en una hora a las 3 de la madrugada. De este modo a las 3 a.m. son las 2 a.m. por lo que disfrutamos de una hora más.
La entrada al horario de verano supone lo contrario, disponer de una hora menos ya que a las 2 a.m. se deben adelantan los relojes en una hora hasta las 3 a.m.
El ahorro energético con el cambio horario: El tiempo.
Se dice que podemos parar un reloj, pero no parar el tiempo.
El tiempo ha sido desde siempre objeto de referencia y medida para la vida en La Tierra. El tiempo se considera el bien más preciado ya que no hay manera de retenerlo. Se consume a cada segundo lo queramos o no.
El tiempo tiene un significado astronómico en el universo y desde un punto de vista físico y teórico el tiempo y el espacio están siempre definidos en una ecuación que lo rige todo.
La manera más sencilla de entenderlo en nuestro caso es tomando como referencia la salida del Sol al amanecer y su puesta al atardecer. Cuando hay luz lo llamamos día y cuando no, noche, y se refiere a la rotación del planeta.
Ese tiempo que tarda en dar una vuelta el planeta sobre sí mismo se ha dividido en veinticuatro partes llamando a cada fracción, hora.
Cada una de esas fracciones rigen nuestras actividades y desde muy antiguo se han tratado de medir con ayuda de referencias físicas como relojes de arena, relojes solares y más modernamente los conocidos relojes mecánicos.
Hoy son casi todos digitales y sin embargo siguen midiendo exactamente estas mismas fracciones de tiempo que suceden entre la salida y la puesta del Sol.
Ahora hay modos más evolucionados de realizar mediciones exactas mediante lo que se conoce como relojes atómicos que usan otras referencias más precisas.
No se puede cambiar el tiempo, pero sí su medida.
Con ayuda de los relojes para medir el tiempo organizamos nuestras actividades diarias lo que permiten la repetición de ciclos y rutinas que guían a diario la vida de las personas.
El tiempo es crucial para seguir nuestros ciclos y hábitos de sueño, alimentación, relacionarnos, movernos, así como realizar trabajos y proyectos.
Origen del cambio horario.
Al parecer todo comienza con la figura clave de Benjamín Franklin cuando fue embajador en Francia en 1784. Él observó que se seguía consumiendo el aceite y el petróleo de las lámparas en las casas a pesar de que ya era de día en ciertas épocas del año.
Esto ocurría sobre todo en aquellas regiones situadas en latitudes superiores debido a la inclinación del planeta. También sucedía del mismo modo en latitudes inferiores con similar inclinación.
Fue de este modo como observó que se derrochaban recursos muy valiosos y que además eran escasos.
De esta manera propuso variar la hora según fuese invierno o verano para aprovechar mejor las horas de luz y no tener que usar dichos combustibles.
Estas medidas de ahorro de recursos energéticos se tuvieron muy en cuenta durante la primera y segunda guerra mundial.
El consumo cada vez mayor de recursos de origen fósil como carbón y petróleo obligó a medidas de ahorro mediante este sistema que permitía dedicar dichos recursos a la industria o simplemente se reservaban.
¿Tiene un sentido real realizar «cambios horarios»?
Siguiendo el planteamiento anterior consideremos un ejemplo para entender lo que sucedía y lo que sucede.
Si por ejemplo hubiese una empresa en el norte de España, Francia o Dinamarca, por tener una referencia de latitudes pronunciadas, y fuesen las ocho de la tarde a mediados de octubre, la luz del sol ya habría desaparecido casi por completo.
Sin embargo, si en ese momento conviniésemos en que en vez de las ocho fuesen las siete de la tarde, tendríamos una hora más de luz y por tanto no tendríamos que usar luz artificial.
Esa hora en la que mantendríamos las luces apagadas serían de manera neta ahorro de energía.
Actualmente también se produce ese ahorro de energía mediante la conservación de combustibles fósiles, igual que antaño.
Hoy día se emplean de manera creciente las energías renovables. Pero cuando la demanda no puede ser satisfecha se siguen empleando mayoritariamente los combustibles de origen fósil.
En países de tipo ecuatorial en donde tanto el día como la noche tienen exactamente la misma duración, el cambio de hora no se aplica.
¿Qué ocurre por la mañana cuando el sol tarda una hora más en salir?
El debate sobre si se ahorra o no energía con esta medida en la actualidad sigue sin tener una conclusión unánime.
Unos estudios defienden que sí se ahorra esa energía siempre que las personas se acompasasen a los ciclos solares. En otros estudios sin embargo aparecen conclusiones totalmente dispares en donde se concluye que en realidad el consumo se incrementa.
Debido a que en ciertos entornos y regiones las personas no siguen esos ciclos por las actividades que desarrollan ni tampoco variaciones en los horarios laborales, es prácticamente medir el impacto del cambio horario en su conjunto.
Siguiendo el ejemplo de la empresa que antes se mencionaba, sí se produciría ese ahorro por las tardes, pero no por las mañanas ya que el Sol tardaría una hora más en salir.
Para ahorrar energía de las dos maneras sería necesario retrasar la entrada de los empleados a dicha empresa en una hora conviniendo un cambio horario laboral que desplazaría la jornada mediante turnos.
El ahorro energético con el cambio horario: Mundo global y tiempo global.
En las sociedades agrícolas y ganaderas los ciclos de actividad humana seguían un ciclo solar. La necesidad de ahorrar energía era muy pequeña debido a prácticamente no se disponía. Casi todo era de origen natural.
La luz y el calor lo proporcionaba el Sol de manera natural. Por la noche se usaba sobre todo leña y madera para calentarse. La luz se conseguía mediante pequeñas lamparillas de aceite.
Tanto la madera como el aceite empleado eran de origen natural y por tanto sostenibles.
Con la llegada del mundo industrial este ciclo cambió porque se podía funcionar de día y de noche mediante la explotación de nuevos recursos como el carbón, el petróleo y el gas. Y así se hizo desde el siglo XIX hasta la actualidad.
En el siglo XXI además de usar aquellos mismos recursos ocurre que vivimos en un mundo global hiperconectado. Todos los sistemas funcionan prácticamente durante las veinticuatro horas y todo está relacionado cada vez más con todo el conjunto.
Actualmente empresas de Asia están relacionadas con las de Europa, y éstas lo están con las de América que a su vez se relacionan con las de Australia. Esa interrelación obliga a una conexión constante tanto en comunicaciones, como transporte y sistemas de comercio y producción.
Futuro del ahorro de energía.
Hoy hay muchos servicios que están funcionando todo el tiempo, así como las personas que los consumen o bien las personas que los atienden. Estos ciclos son cada vez más planos y extensivos de modo que ya no es tanto el amoldarse o no a unos ciclos solares sino en lograr un ahorro a través de sistemas distintos.
El futuro del ahorro en energía está en la combinación de todas las medidas disponibles.
El ahorro energético con el cambio horario contribuye al ahorro de energía siempre que se consideren variaciones globales en los horarios laborales. Lo ideal sería un cambio horario progresivo a lo largo de las estaciones para amoldarse en lo posible al uso de la luz solar.
Ahorrar energía no consiste sólo en aprovechar los cambios horarios. Para ser efectivos en esta tarea, en lo posible, se deben emplear sistemas de energía renovable progresivos hasta lograr un cien por cien.
Según afirman expertos en gestión energética, en el futuro cada sistema producirá la energía que consuma de una manera sostenible.