Los garajes y aparcamientos son estancias donde se estacionan vehículos mayoritariamente coches pero también ciclomotores.
En un formato mayor hay aparcamientos para las cabezas tractoras de los camiones así como para sus remolques.
Estos aparcamientos sirven también para la protección de toda clase de maquinaria pesada para obras como son excavadoras, apisonadoras, volquetes así como muchos otros modelos.
En estos casos se emplean edificios techados tipo nave. La estructura de estos edificios de gran formato es muy útiles en la medida de que apenas tienen columnas de sujeción central.
Para lograrlo se disponen paredes muy altas que sujetan la techada mediante grandes arcadas. Estas arcadas a dos niveles superiores para distribuir los pesos soportan con eficacia ese techo sin necesidad de emplear columnas centrales.
Un espacio sin columnas permite maniobrar en el interior estas máquinas de gran tamaño sin riesgo de quedar atrapadas o de chocar con alguna de ellas al entrar o salir de aquel espacio.
Estas grandes naves siguen el mismo principio de los hangares que se construyen en espacios aeroportuarios.
En su interior permanecen los aviones para, bien ser revisados, o simplemente para protegerlos de los efectos del clima.
Esta clase de edificios sólo disponen de una sola planta que es la planta a nivel suelo. Es inviable disponer de dos o más pisos sin el empleo de columnas de sujeción.
Naves y hangares pueden tener un suelo de cemento o bien de asfalto. Cualquiera de las opciones permiten un desplazamiento eficaz de los vehículos y aeronaves en su interior así como una mayor limpieza.
Suele ser más frecuente el uso de asfalto en garajes y aparcamientos públicos o privados en donde por lo general permanecen estacionados coches y motocicletas de toda clase.
El uso de este tipo de estancias para guardar vehículos alargan la vida de los mismos de condiciones extremas y fatiga climática.
Este tipo de condiciones son las referidas en invierno a la lluvia, el viento, la caída de heladas frecuentes, nevadas ocasionales, y temperaturas muy bajas. En verano estos garajes y aparcamientos protegen sobre todo de las temperaturas elevadas y el impacto del sol sobre los vehículos.
Según la latitud de que estemos hablando, algunos de estos factores pueden ser más señalados. En el caso invernal que es ahora más propio de estas fechas, la nieve es uno de los factores más dañinos, sobre todo cuando cae en gran cantidad sepultando los vehículos que están a la intemperie.
En estos casos se pueden producir hundimientos en el techo y capó.
También afecta esta nieve así como las heladas o la temperatura fría ambiental a todos los sistemas de circulación líquida.
El sistema que más se resiente es el de la circulación de los conductos del radiador en donde al congelarse el líquido (cuando son temperaturas de -15 o -20 grados) dichos conductos pequeños se rompen abriéndose por algunos puntos de modo que dejan escapar dicho líquido cuando se deshiela.
Si ese líquido se escapa no se puede realizar la función prevista y es necesario sustituir el mecanismo completo.
Las dilataciones internas de las piezas y chasis de los vehículos terminan afectando con el tiempo a la estructura general. Esto produce a largo plazo un envejecimiento más rápido de dicho vehículo.
Por último, además de los daños internos referidos, la temperatura extrema afecta también a la estética de los vehículos, sobre todo en la pintura.
Y cuando hay caída de granizo más propio de estaciones de primavera y tormentas de verano, tanto chapa como pintura también se ven afectadas.
Un vehículo que permanezca estacionado la mayor parte del tiempo bajo un techo, como en un aparcamiento o garaje, a cubierto de esta clase de fenómenos antes descritos, alarga su vida útil en todos sus mecanismos además de tener una mejor presencia estética.