Con el desgaste del uso a lo largo del tiempo el pavimento de garajes y aparcamientos sufre bastante deterioro.
Los elementos principales en esta clase de inmuebles son por una parte los suelos de base. Sobre este suelo permanecen estacionados los vehículos en las distintas plazas disponibles.
Un primer desgaste consiste en el apoyo continuado de las cuatro ruedas de los vehículos sobre dicho pavimento. La rigidez propia del conjunto asfaltado permite una sustentación total de estos vehículos.
Sin embargo, su peso continuado sobre el mismo suelo puede producir deformaciones y cambios en su estructura.
Otro desgaste muy señalado tiene lugar en las rampas de aparcamiento de acceso. Hay rampas de garaje que comunican las diferentes plantas cuando se trata de un parking de dos o más estancias.
No es el caso de garajes que se sitúan sobre superficie pero sí en aquellos que están en algún piso superior o bien en emplazamientos subterráneos.
En estos nexos de unión la fatiga producida sobre la superficie de dichas rampas de acceso es muy superior al resto.
Aquí los vehículos presionan la superficie en la subida mediante la tracción de las ruedas. En este punto las ruedas se sujetan al suelo en la subida por fricción del neumático al asfalto. Literalmente tiran del mismo.
Por esta razón la mezcla asfáltica debe ser compacta y estar muy bien asentada.
En las bajadas ocurre el mismo efecto por tracción de las ruedas sobre el pavimento pero en esta ocasión a través de la frenada. De un modo parecido al anterior pero en sentido contrario, las ruedas se sujetan por tracción sobre el asfalto al frenar la masa del vehículo que soporta.
Así con el paso del tiempo estas superficies se deterioran mediante deformación del conjunto. Además también sufren otras alteraciones producidas por las condiciones del clima por variaciones de temperatura como dilataciones, así como por el contacto frecuente con el agua y otros agentes atmosféricos.
Una vez analizada la necesidad de reforma y mantenimiento del inmueble se inician varias fases.
La primera fase consiste en la limpieza total del suelo a pavimentar. Mediante barredoras se elimina del suelo todo tipo de restos de pavimento desprendido y deteriorado.
En la segunda fase se procede al fresado de esas áreas más deterioradas y que se necesitan renovar por completo. Suelen ser grandes superficies y que se concentran en los lugares de mayor fricción como son las rampas de acceso antes señaladas así como espacios de bifurcación y curvas.
Tras el fresado del pavimento y su limpieza total se pasa a la tercera fase de asfaltado. Aquí se puede cubrir esa superficie saneada con tela asfáltica para posteriormente proceder a su tratamiento.
El asfalto queda sujeto a la superficie mediante alta temperatura para posteriormente ser cubierto por una mezcla asfáltica que constituirá el suelo.
Después de esparcir esta mezcla sobre la superficie se compacta mediante máquinas para eliminar el aire del interior.
Finalizada esta fase se deja enfriar dicho pavimento. Por último se procede a la pintura de la señalización vial quedando de este modo finalizado el trabajo de acondicionamiento.