Desde el año 2007 están implantados en España los radares ocultos o conocidos también como piezoeléctricos.
Se trata de un sistema de detección de velocidad bajo el asfalto que ya se empleaba en otros países como el Reino Unido.
En España existen actualmente cuatro sistemas de radar ( de semáforo, piezoeléctrico, de tramo, y de velocidad ) cuyo objetivo es captar la imagen de la matrícula de un vehículo que circula por una vía a velocidad superior a la indicada, pero sobre esos cuatro sistemas los hay de varios tipos.
Cada vía tiene una velocidad de circulación autorizada por la DGT según una normativa que se rige por unos parámetros de seguridad donde intervienen cálculos sobre vehículos móviles ( potencia, frenada, masa y velocidad ), vías ( cálculos de ingeniería sobre el estado del asfalto, existencia de peraltes, y anchos de vía), y factores externos (tránsito de vehículos, combinaciones de vehículos distintos en una misma vía, visibilidad, y climatología ).
Todos estos parámetros se tienen especialmente en cuenta a su paso por poblaciones, curvas muy cerradas o tramos considerados de especial siniestralidad.
A parte de las indicaciones propias de estas vías como señalización vial, iluminación, reductores de velocidad y paneles informativos, se sitúan de modo disuasorio radares para obligar al vehículo a reducir esa velocidad mediante sanción económica.
El radar clásico más conocido es aquel que se sitúa en un lateral de la vía, en el interior de una caja metálica rectangular con una ventana para la cámara. El medidor láser de velocidad se sitúa paralelo a la vía en donde dos haces de luz son interrumpidos al paso del vehículo, un haz antes que otro, y así mediante esa diferencias se calcula la velocidad del mismo.
Si circula por encima de la velocidad que el radar tiene programada, hace una fotografía que remite a la DGT para su procesamiento. Ese mismo radar puede situarse sobre la calzada detrás de paneles luminosos o bien sobre postes laterales.
En Galicia se dispuso hace varios años de unos ingeniosos radares de barrera en los separadores metálicos laterales entre ambas vías. Estas barreras se conocen popularmente como «quita miedos». Ese pequeño radar está dentro de esa barrera y es imposible de ver por su diminuto tamaño, aunque se puede detectar con un escáner.
Como puede verse, aunque existe una reglamentación a nivel nacional, hay distintas competencias entre comunidades autónomas en la implantación de los distintos sistemas de radar.
Una comunidad autónoma que es pionera en la gestión y explotación de radares es Cataluña. Aquí se han puesto en marcha desde siempre los primeros avances en estas tecnologías que ya funcionaban muy bien en otros países.
Un ejemplo de ello es el caso de los radares de control variable de velocidad y que hasta el momento sólo funcionan allí. Estos radares situados junto a paneles luminosos, fotografían las matrículas de vehículos que superan la velocidad indicada en dichos paneles.
La innovación consiste en que si esa vía normalmente tienen un límite de 90 kilómetros por hora y comienza a llover o llega un viento muy fuerte, desde el control de tráfico se envía una alerta a estos paneles para que los conductores reduzcan su velocidad por seguridad.
Así por ejemplo en uno de esos supuestos de los 90 km/h. habituales se indica en un momento dado una velocidad máxima de 50 km/h. a la vez que el radar se recalibra a esa velocidad también, de manera que multará a aquellos vehículos que superen esta última velocidad.
Otro radar parecido es el que se coloca en un «coche camuflado» de la Guardia Civil de Tráfico. Estos vehículos, por lo general de alta gama, casi siempre procedentes de incautación, circulan a una velocidad baja por el carril situado más a la derecha. Cuando los coches que adelantan superan la velocidad permitida de la vía, el radar móvil los fotografía.
También estos vehículos son empleados para detenciones en intervenciones rápidas cuando aparecen coches circulando a una velocidad escandalosa, o realizando maniobras de tipo deportivo entre coches más lentos, más propias de los circuitos de carreras y que ponen en peligro a todos.
Parecido a este último es el radar de trípode sitúa sobre un trípode en un lugar concreto próximo a la vía, casi siempre oculto por otro vehículo o matorrales. En este caso funciona igual que el del coche camuflado y su gestión es igualmente realizada por la Guardia Civil de Tráfico.
En Francia y Estados Unidos se emplea el radar de mano. Es sujeto por un agente cerca de la vía y se dirige hacia un objeto en movimiento para calcular su velocidad. Aquí en España ese modelo no está homologado porque no es compatible con la legislación vigente.
Los radares de semáforo son los más innovadores aterrizados en nuestro país. Situados junto a semáforos graban los períodos en los que el semáforo está en ámbar y rojo. Después esa filmación se procesa mediante un software y los vehículos que aparecen cruzando son sancionados. Por supuesto quedan excluidas las ambulancias, los coches de policía y bomberos, todos en actos de servicio.
Otro radar que se lleva probando años es el radar de tramo. Se trata de un radar que fotografía dos veces a todos los coches que pasan por debajo.
Así, una primera cámara de radar capta la matrícula al comienzo del tramo. Después un segundo radar a varios kilómetros vuelve a realizar una segunda foto. El procesador calcula la media de velocidad de esos dos momentos según la distancia que separa ambos radares. Si la supera el vehículo es sancionado.
Este radar de tramo sigue teniendo sus limitaciones debido a que si el conductor sabe dónde están situados, podría pasar por ambos a velocidad normal y después, realizar dentro de ese tramo, picos de alta velocidad que después equilibraría aminorando muchísimo su marcha.
Podría así, pasar a 120 km/h. luego a 180 km/h. durante un kilómetro y después situarse a 80 km/h durante los siguientes 2 kilómetros, si el tramo en conjunto es de 3 kilómetros. Poderse hacer se puede, no exento de algún radar móvil no previsto en el tramo o el paso de un helicóptero Pegasus con radar incorporado.
Más bien este tipo de medidas persiguen disuadir en incomodar a ese perfil de conductor de manera que no le compense realizar esta clase de maniobras tan complicadas.
Por último el radar que llegó fue el radar piezoeléctrico. Los elementos empleados son una cámara para fotografiar matrículas y el propio suelo.
El suelo dispone de sensores situados bajo el asfalto pero en contacto con la superficie. Un sistema de cables que se integra en la carretera está en contacto con la superficie mediante una fina capa de asfalto.
El vehículo pasa por una primera plataforma con estos sensores bajo el asfalto, y a continuación, a un par de metros, una segunda plataforma idéntica, de manera que el peso del vehículo sobre estas guías o juntas, producen una señal eléctrica.
Visto desde arriba presentan estas plataformas una clara geometría donde se pueden ver cómo las marcas de los cables se dirigen a una central receptora que calcula la velocidad del vehículo por la distancia entre ambas plataformas y el tiempo que tarda en cruzarlas. Si ese valor se sitúa sobre el rango programado, unas cámaras situadas más arriba, realizan una fotografía que envían a la DGT.
Este radar oculto, a diferencia de los anteriormente descritos, es imposible de ser detectado por un escáner de radar, debido a que no usa tecnología láser de detección.
En la legislación actual se refleja la obligatoriedad de indicar la proximidad de un radar a los conductores que circulan por la carretera. Incluso cuando circula algún coche de la Guardia Civil camuflado con radar se indica mediante paneles luminosos su presencia.
Esta advertencia también puede referirse a la presencia del helicóptero Pegasus cuando se advierte de un radar móvil en eso paneles informativos. Nunca mejor dicho es un radar móvil y a la vez radar aéreo Todos estos avisos están monitorizados en tiempo real con la DGT para cumplir todos los requisitos legales que precisa la gestión de sanciones.
Si se analizan todas las tecnologías que hay invertidas en carreteras hasta el momento, se puede llegar a valorar cuánto vale nuestra seguridad al circular por las mismas.
Así, el tratar de circular a más velocidad de la indicada pierde bastante su sentido si se compara en perspectiva con lo que se puede ganar ( tal vez unos minutos ) frente a lo que se puede perder ( absolutamente todo ).
Lo más provechoso, seguro y tranquilo para el conductor más bien se encamina a prestar atención en todo momento y seguir las indicaciones, evitando así problemas innecesarios, y lo más importante, llegar seguros al destino.